Por Angela Sanz Ramos
En 1980 surge el Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones forzosas o involuntarias, un elemento telemático de las Naciones Unidas, destinado a funcionar como intermediario entre las familias de las víctimas desaparecidas y los Gobiernos, todo ello con el fin de obtener la colaboración suficiente que permita dar con el paradero del desaparecido.
Sin embargo, los datos son alarmantes. En estos 40 años de existencia, el Grupo de Trabajo ha llevado 60.703 casos en 112 estados, de los cuales 47.774 casos que afectan a 97 estados siguen pendientes a día de hoy. En los últimos años, el mecanismo se ha ido actualizando; desde el 2019 empezó a estudiar las desapariciones llevadas a cabo por actores no estatales y en 2023 con la incorporación de la representante del Grupo procedente de América Latina y el Caribe, esto supuso el ascenso a 5 de las mujeres integrantes, lo que nos demuestra que pese a ser un mecanismo antiguo, se adapta a los cambios que se producen en la sociedad.
Las desapariciones forzosas se pueden dar en sujetos de cualquier edad, sexo…Aunque esto se produce a nivel mundial, donde más encontramos es en el conteniente africano, América del sur y algunas zonas de Asia. Los motivos que se encuentran detrás de ellas pueden ser diversos, como: adopciones internacionales ilegales; sustracciones de menores para la venta la explotación sexual y la trata que sobretodo afecta a niños y mujeres. A veces la causa de estas desapariciones se encuentra en el deseo de buscar un futuro mejor, que obliga al año a miles de personas en el mundo a tener que abandonar sus casas. Ejemplo de ello es lo que encontramos frecuentemente en el Tapón de Darien (Panamá) donde muchas veces se produce la desaparición de inmigrantes. Ante esta situación, se pide la colaboración de los estados interesados con organizaciones de carácter internacional, para esclarecer el paradero de estas personas y sancionar a quienes se encuentran detrás.
Uno de los dos los elementos, en los que se centra el Grupo de Trabajo, son las nuevas tecnologías y el peso que tienen en las desapariciones forzosas, ya que pueden ser usados en dos sentidos. El negativo, en el que los captores a través de programas informáticos chantajean a las familias, lo cual aumenta su sufrimiento. Y en su reverso en un sentido positivo, en el cual aunque no resuelven de forma definitiva los problemas sobre las desapariciones, si ayuda a aportar alguna pista que nos acerque al paradero de los desaparecidos. En este aspecto se considera que la colaboración entre estados, empresas y sociedad civil es fundamental para determinar los límites del desarrollo tecnológico con el objetivo de que se respeten los derechos humanos.
El otro elemento son las denuncias sobre desapariciones forzosas. Estas experimentan un aumento en momentos previos o posteriores a la celebración de elecciones, lo cual tendría que ver con la agitación social que suponen, con el objetivo de evitar la participación activa de los sujetos políticos en estas. Sin embargo, y dentro de este mismo marco se incluyen también las manifestaciones, las cuales pueden dar lugar a las desapariciones.
Tras estas observaciones, a través de las cuales se trata de buscar el origen de las desapariciones de miles de personas al año en todo el mundo, sigue preocupando que numerosos países entre los que se encuentran: Argelia, Bangladesh o Belarus entre otros, no cumplan con las recomendaciones de prevención y búsqueda de quienes desaparecen forzosamente.
Por todo ello el Grupo de trabajo, quiere reforzar su apoyo a las familias de los desparecidos, ya la mayoría de estas se producen en países donde la seguridad y situación política está bastante debilitada, lo cual ha dado lugar a que muchas veces estas actividades de búsqueda no hayan tenido éxito. Se centra en recordar el artículo 7 de la declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzosas donde Ninguna situación ni causa justifica la desaparición forzosa.
Angela Sanz Ramos
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